Unidad II: EL SIGNO LINGÜÍSTICO:
SEMIÓTICA
Vivimos
inmersos en signos. Los seres humanos tenemos la capacidad de convertir en
signos todo lo que tocamos. Cualquier objeto, sea natural o cultural, un color,
un trozo de tela, un dibujo, cualquier cosa relacionada con nosotros puede
adquirir un valor añadido, un significado. A la dimensión ontológica que las
cosas tienen, los seres humanos añadimos una nueva dimensión, la semiótica,
esto es, su empleo como signos para manifestarnos unos a otros lo que pensamos,
lo que queremos, lo que sentimos y lo que advertimos en nuestra relación con el
mundo.
En
esta unidad, bajo el título general de «Semiótica» o estudio de los signos,
aspiramos a dar noticia breve de la tradición que más ha estudiado el lenguaje
como un sistema de comunicación mediante signos y a presentar resumidamente los
principales problemas relativos a la interpenetración de los signos
lingüísticos, los conceptos y las cosas
1)
TEORÍA DE LOS SIGNOS
La
comunicación humana —el lenguaje como fenómeno comunicativo— está anclada en la
capacidad de interpretar unos sonidos, unos gestos, unas marcas como signos de
otras realidades hacia las que el interlocutor quiere llamar nuestra atención.
Cuando alguien señala con el dedo índice no quiere enseñarnos su dedo, sino que
de ordinario lo que desea es llamar nuestra atención hacia el objeto al que
señala. La relación significativa tiene siempre una estructura ternaria, esto
es, constituida por tres elementos: un sonido, un gesto o un garabato; un
referente, sea una cosa, un objeto real o imaginario, presente, pasado o
futuro; y una persona que auna ambos elementos al gesticular, al hablar o al
escribir. Esta caracterización triádica de la significación es la que Charles
Morris tomó como punto de partida de su Teoría de los signos. La interrelación
de estos tres elementos (signo, referente u objeto, y persona o sujeto) es la
base de una semiótica tridimensional: las relaciones entre los signos y los
referentes es el área de trabajo de la semántica, las relaciones entre los
signos y sus intérpretes es el campo propio de la pragmática, y en tercer lugar
las relaciones entre los signos dentro de un sistema de signos o de una lengua
es el campo de la sintaxis. Este es el origen de la división entre sintaxis,
semántica y pragmática, acuñada por Morris y popularizada por Carnap y muchos
otros, que se ha tenido en cuenta al distribuir los temas de esta materia.
2)
Concepción tríadica del signo según Peirce:
Desde sus primeros escritos Peirce rechazó tajantemente tanto el
dualismo cartesiano como la tesis de Locke de que todo pensamiento era
percepción interna de ideas. El ariete de toda su reflexión es la comprensión
de la estructura triádica básica que conforma la relación lógica de nuestro
conocimiento como un proceso de significación. La función representativa del
signo no estriba en su conexión material con el objeto ni en que sea una imagen
del objeto, sino en que sea considerado como tal signo por un pensamiento o
interpretante. En esencia, el argumento es que toda síntesis pro-posicional
implica una relación significativa, una semiosis (la acción del signo), en la que
se articulan tres elementos:
A) El signo o representamen (que
es el nombre técnico que emplea Peirce) es «algo que está para alguien en lugar
de algo bajo algún respecto o capacidad. Se dirige a alguien, esto es, crea en
la mente de esa persona un signo equivalente o quizá un signo más desarrollado.
Ese signo creado es al que llamo interpretante del primer signo. Este signo
está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de algo no en todos sus
aspectos, sino sólo en relación con alguna idea a la que a veces he llamado la
base (ground) del representamen».
B) El objeto es aquello por lo que está el
signo, aquello que representa.
C) El interpretante es el
signo equivalente o más desarrollado que el signo original, causado por ese
signo original en la mente de quien lo interpreta. Se trata del elemento
distintivo y original en la explicación de la significación por parte de Peirce
y juega un papel central en toda interpretación no reduccionista de la
actividad comunicativa humana. Este tercer elemento convierte a la relación de
significación en una relación triádica, pues el signo media entre el objeto y
el interpretante, el interpretante relaciona el signo y el objeto, y el objeto
funda la relación entre el signo y el interpretante.
Todo
signo es un representamen. Representar es la operación más propia del
signo, es estar en lugar del objeto «como el embajador toma el lugar de su
país, lo representa en un país extranjero». Representar es «estar en una
relación tal con otro que para un cierto propósito es tratado por una mente
como si fuera ese otro. Así, un portavoz, un diputado, un agente, un vicario,
un diagrama, un síntoma, una descripción, un concepto, un testimonio, todos
ellos representan, en sus distintas maneras, algo más a las mentes que
los consideran». Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un
signo es desentrañar su significado. El representamen no es la mera imagen de
la cosa, la reproducción sensorial del objeto, sino que toma el lugar de la
cosa en nuestro pensamiento. El signo no es sólo algo que está en lugar de la
cosa (que la sustituye, con la que está en relación de «equivalencia»), sino
que es algo mediante cuyo conocimiento conocemos algo más. Al conocer el signo
inferimos lo que significa. El representamen amplía así nuestra comprensión, de
forma que el proceso de significación o semiosis llega a convertirse en el
tiempo en un proceso ilimitado de inferencias. Por ello los signos no se
definen sólo porque sustituyan a las cosas, sino porque funcionan realmente
como instrumentos que ponen el universo al alcance de los intérpretes, pues
hacen posible que pensemos también lo que no vemos ni tocamos o ni siquiera nos
imaginamos.
Las
personas o intérpretes son portadores de interpretantes, de interpretaciones.
El signo crea algo en la mente del intérprete, y ese algo creado por el signo
ha sido creado también de una manera indirecta y relativa por el objeto del
signo. En este sentido, puede decirse que la aportación capital de Peirce
consiste en poner de manifiesto que, si se acepta que los procesos de
significación son procesos de inferencia, ha de aceptarse también que la mayor
parte de las veces, esa inferencia es de naturaleza hipotética («abductiva» en
terminología de Peirce), esto es, que implica siempre una interpretación y
tiene un cierto carácter de conjetura. Nuestra interpretación es siempre
falible, esto es, puede ser siempre mejorada, corregida, enriquecida o
rectificada.
3 El
signo.
Σήμα
Sema =Signo
Señal
del cielo, portento; señal para hacer algo, consigna; señal de una sepultura,
tumulto, tierra amontonada; señal o marca para medir el alcance de un disparo;
contraseña de reconocimiento o identidad; divisa del escudo; sello de cierre,
escritura.
ΙΧΘΥΣ
En griego, pez se decía “ichthys” y en latín
“Icthus”.
Griego
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Latin
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Griego/pronunsiacion
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Castellano
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Ι
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I
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Ιησους/Iesus
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Jesús
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Χ
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C
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Χριστος/Jristos
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Cristo
|
Θ
|
TH
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Θεου/Theou
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De Dios
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Υ
|
U
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Υους/Juios
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Hijo
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Σ
|
S
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Σωτερ/Soter
|
Salvador
|
Usamos
signos permanentemente. Es un hecho. Un signo es algo que, para alguien, remite a otra cosa que no está presente.
El
signo natural es aquel que remite a cosa de un modo natural, es decir, desde un
efecto se remonta a una causa sin que intervenga la intencionalidad del hombre.
Aquí el clásico ejemplo: el humo-efecto remite al fuego-causa. La relación
humo-fuego es descubierta por el hombre (por alguien).
Signo
convencional o símbolo es aquel, que, manteniendo la relación causa efecto se
agrega la intencionalidad del hombre. Se establece, se conviene el significado.
El hombre inventa/hace el signo, no lo descubre. Así las señales de transito
por ejemplo. Tenemos dos tipos de signos: Naturales y Convensionales (o inventados). A esta segunda clase se la
llama símbolo.
Signos
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Naturales
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Convencionales
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SIGNO
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SÍMBOLO
|
El ejemplo de Hellen Keller
Un
ejemplo concreto puede quizá ayudar a comprender esto mejor. Cuando Hellen
Keller —la niña norteamericana sordomuda y ciega— descubre que los toques que
hace su profesora Ana Sullivan en su mano izquierda son un signo, concretamente
que es el nombre del agua de la fuente en la que su maestra le introduce el brazo
derecho, en ese instante —recuerda ella con emoción en su biografía— comienza
realmente su vida intelectual. Se trata de un crecimiento decisivo, de un paso
de gigante que le permite comprenderse a sí misma y sobre todo le permite
comenzar a comunicarse mediante signos con los demás. Como nuestro lenguaje
posee un significado cognitivo lo que hay que estudiar es la forma en que es
usado de modo comunicativo. Un pensamiento en cuanto signo mental nunca es
per-fectamente neto, unitario o simple; más aún, no puede ser separado de su interpretación
por ulteriores pensamientos. El pensamiento humano aparece siempre como un
proceso infinito de interpretación, es inferencial, predictivo y por tanto, en
cierto sentido, es siempre inexacto. No constituye una secuencia lineal, sino
más bien un tejido de signos continuamente entrelazados.
Tipos
de signos:
Clasificación
de San Agustín:
La
clasificación más importante es la que se establece por el tipo de relación
entre el signo y el objeto significado. Al menos desde San Agustín, se
distingue entre signos naturales (signa
naturalia) y signos artificiales o convencionales (signa data). En el caso
de los signos naturales la capacidad de significar procede de la misma
naturaleza del significante: por el humo se sabe donde está el fuego, la huella
en el suelo muestra que alguien ha pasado, el charco en el suelo sugiere que ha
llovido, el mal gesto denota un estado de ánimo irritado. De ordinario se
consideran signos naturales a los signos involuntarios y no intencionales, como
la fiebre es señal de enfermedad o la Estrella Polar en el hemisferio norte
señala al Norte. En contraste, se consideran signos artificiales y
convencionales aquellos cuya relación con el objeto es establecida por la
persona concreta o por la comunidad. Mientras el negro es el color del luto en
la tradición occidental cristiana, en las culturas del Oriente asiático suele
emplearse ritualmente el color blanco con una finalidad similar. Las banderas,
las señales de tráfico son también en su mayor parte signos de este tipo
convencional y sobre todo lo son la mayor parte de las palabras en todas las
lenguas.
Clasificación de Peirce:
Sin
embargo, entre las clasificaciones de los signos por su diversa relación con el
objeto significado, la que resulta quizá más relevante es la que distingue
—siguiendo la clasificación de Peirce comúnmente aceptada— tres tipos o clases
principales de signos:
1) Iconos:
Cuya relación con el objeto se basa en la semejanza figurativa o
exterior (imagen) o en la igualdad de distribución de sus partes (diagrama).
Por ejemplo un retrato.
2) Índices: signos que apuntan físicamente a
su objeto, que están afectados inmediatamente por su objeto. Por ejemplo una
veleta de una torre.
3) Símbolos: Signos que son el resultado de una
convención, pues ni tienen semejanza con su objeto ni una conexión física
inmediata. Un texto por ejemplo.
Para
Peirce todo signo genuino tiene en mayor o menor proporción este triple
carácter icónico, indéxico y simbólico, pero difieren en cuanto a la dominancia
de una característica sobre las otras dos. Quizá puede entenderse mejor la
triple división al advertir que un signo icónico, por ejemplo un retrato, no
pierde su carácter de signo aunque no exista
realmente la
persona retratada; un signo indéxico, una veleta de una torre no pierde su
carácter de signo de la dirección del viento cuando nadie la mira, pero en
cambio sí lo perdería si no pudiera girar libremente; por su parte, un símbolo,
un texto por ejemplo, perdería su carácter significativo si no hubiera ningún
posible intérprete.
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