lunes, 10 de marzo de 2014

Apuntes unidad II

Unidad II: EL SIGNO LINGÜÍSTICO: SEMIÓTICA



Vivimos inmersos en signos. Los seres humanos tenemos la capacidad de convertir en signos todo lo que tocamos. Cualquier objeto, sea natural o cultural, un color, un trozo de tela, un dibujo, cualquier cosa relacionada con nosotros puede adquirir un valor añadido, un significado. A la dimensión ontológica que las cosas tienen, los seres humanos añadimos una nueva dimensión, la semiótica, esto es, su empleo como signos para manifestarnos unos a otros lo que pensamos, lo que queremos, lo que sentimos y lo que advertimos en nuestra relación con el mundo.
En esta unidad, bajo el título general de «Semiótica» o estudio de los signos, aspiramos a dar noticia breve de la tradición que más ha estudiado el lenguaje como un sistema de comunicación mediante signos y a presentar resumidamente los principales problemas relativos a la interpenetración de los signos lingüísticos, los conceptos y las cosas

1)      TEORÍA DE LOS SIGNOS

La comunicación humana —el lenguaje como fenómeno comunicativo— está anclada en la capacidad de interpretar unos sonidos, unos gestos, unas marcas como signos de otras realidades hacia las que el interlocutor quiere llamar nuestra atención. Cuando alguien señala con el dedo índice no quiere enseñarnos su dedo, sino que de ordinario lo que desea es llamar nuestra atención hacia el objeto al que señala. La relación significativa tiene siempre una estructura ternaria, esto es, constituida por tres elementos: un sonido, un gesto o un garabato; un referente, sea una cosa, un objeto real o imaginario, presente, pasado o futuro; y una persona que auna ambos elementos al gesticular, al hablar o al escribir. Esta caracterización triádica de la significación es la que Charles Morris tomó como punto de partida de su Teoría de los signos. La interrelación de estos tres elementos (signo, referente u objeto, y persona o sujeto) es la base de una semiótica tridimensional: las relaciones entre los signos y los referentes es el área de trabajo de la semántica, las relaciones entre los signos y sus intérpretes es el campo propio de la pragmática, y en tercer lugar las relaciones entre los signos dentro de un sistema de signos o de una lengua es el campo de la sintaxis. Este es el origen de la división entre sintaxis, semántica y pragmática, acuñada por Morris y popularizada por Carnap y muchos otros, que se ha tenido en cuenta al distribuir los temas de esta materia.
2)      Concepción tríadica del signo según Peirce:
 Desde sus primeros escritos Peirce rechazó tajantemente tanto el dualismo cartesiano como la tesis de Locke de que todo pensamiento era percepción interna de ideas. El ariete de toda su reflexión es la comprensión de la estructura triádica básica que conforma la relación lógica de nuestro conocimiento como un proceso de significación. La función representativa del signo no estriba en su conexión material con el objeto ni en que sea una imagen del objeto, sino en que sea considerado como tal signo por un pensamiento o interpretante. En esencia, el argumento es que toda síntesis pro-posicional implica una relación significativa, una semiosis (la acción del signo), en la que se articulan tres elementos:






A) El signo o representamen (que es el nombre técnico que emplea Peirce) es «algo que está para alguien en lugar de algo bajo algún respecto o capacidad. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o quizá un signo más desarrollado. Ese signo creado es al que llamo interpretante del primer signo. Este signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de algo no en todos sus aspectos, sino sólo en relación con alguna idea a la que a veces he llamado la base (ground) del representamen».
B) El objeto es aquello por lo que está el signo, aquello que representa.
C) El interpretante es el signo equivalente o más desarrollado que el signo original, causado por ese signo original en la mente de quien lo interpreta. Se trata del elemento distintivo y original en la explicación de la significación por parte de Peirce y juega un papel central en toda interpretación no reduccionista de la actividad comunicativa humana. Este tercer elemento convierte a la relación de significación en una relación triádica, pues el signo media entre el objeto y el interpretante, el interpretante relaciona el signo y el objeto, y el objeto funda la relación entre el signo y el interpretante.
Todo signo es un representamen. Representar es la operación más propia del signo, es estar en lugar del objeto «como el embajador toma el lugar de su país, lo representa en un país extranjero». Representar es «estar en una relación tal con otro que para un cierto propósito es tratado por una mente como si fuera ese otro. Así, un portavoz, un diputado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, una descripción, un concepto, un testimonio, todos ellos representan, en sus distintas maneras, algo más a las mentes que los consideran». Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un signo es desentrañar su significado. El representamen no es la mera imagen de la cosa, la reproducción sensorial del objeto, sino que toma el lugar de la cosa en nuestro pensamiento. El signo no es sólo algo que está en lugar de la cosa (que la sustituye, con la que está en relación de «equivalencia»), sino que es algo mediante cuyo conocimiento conocemos algo más. Al conocer el signo inferimos lo que significa. El representamen amplía así nuestra comprensión, de forma que el proceso de significación o semiosis llega a convertirse en el tiempo en un proceso ilimitado de inferencias. Por ello los signos no se definen sólo porque sustituyan a las cosas, sino porque funcionan realmente como instrumentos que ponen el universo al alcance de los intérpretes, pues hacen posible que pensemos también lo que no vemos ni tocamos o ni siquiera nos imaginamos.
Las personas o intérpretes son portadores de interpretantes, de interpretaciones. El signo crea algo en la mente del intérprete, y ese algo creado por el signo ha sido creado también de una manera indirecta y relativa por el objeto del signo. En este sentido, puede decirse que la aportación capital de Peirce consiste en poner de manifiesto que, si se acepta que los procesos de significación son procesos de inferencia, ha de aceptarse también que la mayor parte de las veces, esa inferencia es de naturaleza hipotética («abductiva» en terminología de Peirce), esto es, que implica siempre una interpretación y tiene un cierto carácter de conjetura. Nuestra interpretación es siempre falible, esto es, puede ser siempre mejorada, corregida, enriquecida o rectificada.

3 El signo.
Σήμα
Sema =Signo
Señal del cielo, portento; señal para hacer algo, consigna; señal de una sepultura, tumulto, tierra amontonada; señal o marca para medir el alcance de un disparo; contraseña de reconocimiento o identidad; divisa del escudo; sello de cierre, escritura.









ΙΧΘΥΣ
En griego, pez se decía “ichthys” y en latín “Icthus”.



Griego
Latin
Griego/pronunsiacion
Castellano
Ι
I
Ιησους/Iesus
Jesús
Χ
C
Χριστος/Jristos
Cristo
Θ
TH
Θεου/Theou
De Dios
Υ
U
Υους/Juios
Hijo
Σ
S
Σωτερ/Soter
Salvador

Usamos signos permanentemente. Es un hecho. Un signo es algo que, para alguien, remite a otra cosa que no está presente.
El signo natural es aquel que remite a cosa de un modo natural, es decir, desde un efecto se remonta a una causa sin que intervenga la intencionalidad del hombre. Aquí el clásico ejemplo: el humo-efecto remite al fuego-causa. La relación humo-fuego es descubierta por el hombre (por alguien).
Signo convencional o símbolo es aquel, que, manteniendo la relación causa efecto se agrega la intencionalidad del hombre. Se establece, se conviene el significado. El hombre inventa/hace el signo, no lo descubre. Así las señales de transito por ejemplo. Tenemos dos tipos de signos: Naturales y Convensionales (o inventados). A esta segunda clase se la llama símbolo.
Signos
Naturales
Convencionales
SIGNO
SÍMBOLO

 El ejemplo de Hellen Keller

Un ejemplo concreto puede quizá ayudar a comprender esto mejor. Cuando Hellen Keller —la niña norteamericana sordomuda y ciega— descubre que los toques que hace su profesora Ana Sullivan en su mano izquierda son un signo, concretamente que es el nombre del agua de la fuente en la que su maestra le introduce el brazo derecho, en ese instante —recuerda ella con emoción en su biografía— comienza realmente su vida intelectual. Se trata de un crecimiento decisivo, de un paso de gigante que le permite comprenderse a sí misma y sobre todo le permite comenzar a comunicarse mediante signos con los demás. Como nuestro lenguaje posee un significado cognitivo lo que hay que estudiar es la forma en que es usado de modo comunicativo. Un pensamiento en cuanto signo mental nunca es per-fectamente neto, unitario o simple; más aún, no puede ser separado de su interpretación por ulteriores pensamientos. El pensamiento humano aparece siempre como un proceso infinito de interpretación, es inferencial, predictivo y por tanto, en cierto sentido, es siempre inexacto. No constituye una secuencia lineal, sino más bien un tejido de signos continuamente entrelazados.

   Tipos de signos:
Clasificación de San Agustín:

La clasificación más importante es la que se establece por el tipo de relación entre el signo y el objeto significado. Al menos desde San Agustín, se distingue entre signos naturales (signa naturalia) y signos artificiales o convencionales (signa data). En el caso de los signos naturales la capacidad de significar procede de la misma naturaleza del significante: por el humo se sabe donde está el fuego, la huella en el suelo muestra que alguien ha pasado, el charco en el suelo sugiere que ha llovido, el mal gesto denota un estado de ánimo irritado. De ordinario se consideran signos naturales a los signos involuntarios y no intencionales, como la fiebre es señal de enfermedad o la Estrella Polar en el hemisferio norte señala al Norte. En contraste, se consideran signos artificiales y convencionales aquellos cuya relación con el objeto es establecida por la persona concreta o por la comunidad. Mientras el negro es el color del luto en la tradición occidental cristiana, en las culturas del Oriente asiático suele emplearse ritualmente el color blanco con una finalidad similar. Las banderas, las señales de tráfico son también en su mayor parte signos de este tipo convencional y sobre todo lo son la mayor parte de las palabras en todas las lenguas.

  Clasificación de Peirce:

Sin embargo, entre las clasificaciones de los signos por su diversa relación con el objeto significado, la que resulta quizá más relevante es la que distingue —siguiendo la clasificación de Peirce comúnmente aceptada— tres tipos o clases principales de signos:
 1) Iconos: Cuya relación con el objeto se basa en la semejanza figurativa o exterior (imagen) o en la igualdad de distribución de sus partes (diagrama). Por ejemplo un retrato.
2) Índices: signos que apuntan físicamente a su objeto, que están afectados inmediatamente por su objeto. Por ejemplo una veleta de una torre.
 3) Símbolos: Signos que son el resultado de una convención, pues ni tienen semejanza con su objeto ni una conexión física inmediata. Un texto por ejemplo.
Para Peirce todo signo genuino tiene en mayor o menor proporción este triple carácter icónico, indéxico y simbólico, pero difieren en cuanto a la dominancia de una característica sobre las otras dos. Quizá puede entenderse mejor la triple división al advertir que un signo icónico, por ejemplo un retrato, no pierde su carácter de signo aunque no exista

realmente la persona retratada; un signo indéxico, una veleta de una torre no pierde su carácter de signo de la dirección del viento cuando nadie la mira, pero en cambio sí lo perdería si no pudiera girar libremente; por su parte, un símbolo, un texto por ejemplo, perdería su carácter significativo si no hubiera ningún posible intérprete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario